Entrevista a Wenceslao J. González

Por Angelo Fasce

 

Buenas profesor. Quisiera comenzar preguntándole ¿por qué decidió usted estudiar Filosofía?

— Hubo varias razones, principalmente dos. La primera fue el interés intrínseco de los temas filosóficos que, durante dos años, había estudiado en el Instituto Calderón de la Barca de Madrid con un Catedrático de Instituto, que luego fue profesor de Universidad: Carlos Díaz. La segunda fue la facilidad con la que me movía en los temas filosóficos, que superaba mi habilidad para afrontar las cuestiones de Ciencias Químicas, que durante un tiempo fueron mi predilección. De ahí que optase por la Filosofía en lugar de la Química como profesión de futuro.

¿Cómo fue su etapa de formación?

— Me tocó el plan de estudios de 1973, donde los tres primeros cursos de Filosofía tenían materias comunes con Psicología y Ciencias de la Educación. Cuarto y quinto curso eran de especialización. Además, al ser de la primera promoción de la Universidad de Salamanca, que terminó en 1979, creo que tuvimos una atención especial por parte de los profesores. Como compañero de curso tuve a José Manuel Méndez, que se especializó en Lógica.

¿Cómo era el panorama filosófico en sus tiempos de estudiante? ¿Qué tipo de ideas se imponían?

— Los años 70 fueron años de transición en este país, también en Filosofía. A esto se unía que era una Facultad nueva. Temáticamente, se abría un nuevo panorama en Filosofía y Metodología de la Ciencia, mucho más rico con los planteamientos del “giro histórico”. Así, aun cuando la Concepción Heredada y las principales contribuciones de Karl Popper todavía dominaban la escena, se veía claramente el interés por la Historia de la Ciencia. Esto se podía apreciar en Imre Lakatos, que buscaba combinar la historicidad con la objetividad en la Ciencia.

Visto en retrospectiva, la Historia de la Filosofía tenía un puesto muy relevante, de modo singular G. W. F. Hegel, en mucha mayor medida que I. Kant. También me llamó la atención el estudio de la Filosofía española, que dio lugar a una serie de Congresos, y la atención dedicada a los planteamientos de la Hermenéutica, tanto H. G. Gadamer como E. Bloch.

Se ha aproximado a lo largo de su carrera a muchas disciplinas científicas, ¿cuál es, a su entender, la que mayor perspectiva de progreso tiene actualmente?

— Periódicamente, hay una disciplina científica que tiene más protagonismo. La mayor atención puede ser desde el punto de vista científico o desde el enfoque de tipo filosófico o desde ambos. Si nos centramos en los últimos cien años, parece claro que la Física ha sido durante muchos años la Ciencia más admirada desde ambas perspectivas y considerada como el eje de la Filosofía general de la Ciencia. Después, se ha ido especializando la Filosofía de la Ciencia. Ha sido sobre todo con la Biología —en el campo de las Ciencias de la Naturaleza— y la Economía, en la esfera de las Ciencias Sociales y en el terreno de las Ciencias de lo Artificial. En este campo relacionado con el diseño, ha habido mucha reflexión sobre Computer Sciences (en concreto, al hilo de la Inteligencia Artificial). Con frecuencia se cumple que el aumento del progreso científico propicia la reflexión filosófica. En estos momentos hay una disciplina claramente en auge: la Neurociencia, tanto en sí misma como en sus ramificaciones para otras disciplinas (Psicología, Medicina, Economía, etc.).

Hay una cuestión que me resulta especialmente preocupante y que usted ha trabajado mucho. ¿Cree que existe algún indicador fiable que separe a la Ciencia de actividades pseudocientíficas y fraudulentas?

— Los científicos tienen claros una serie de indicadores que garantizan que su disciplina, tanto desde el punto de vista teórico como desde la perspectiva empírica, reúne las garantías de ser “Ciencia”. Son los primeros interesados. Esto lo tienen en cuenta a diario en su investigación —en términos de explicación y predicción, así como de predicción y prescripción— y también lo asumen los evaluadores de las publicaciones científicas.

La tarea de la Filosofía de la Ciencia es ofrecer un conjunto de criterios que, basándose en la actividad científica misma y en la reflexión rigurosa sobre ese quehacer, permita garantizar que hay un conjunto de elementos constitutivos (lenguaje, estructura, conocimiento, métodos, actividad, fines y valores) respaldados por la realidad. A ellos hay que añadir una serie de rasgos actuales relevantes (objetividad, actitud crítica, autonomía y progreso) que acompañan a la solidez de las teorías propuestas y a las pruebas empíricas fiables. Así, mediante la capacidad de autocorrección de la Ciencia, de acuerdo con la actitud crítica, cabe avanzar en el progreso científico, mediante una aproximación hacia la verdad y la resolución de problemas concretos en el ámbito práctico.

Dentro de estas coordenadas, carecen de sentido propuestas, como las realizadas por Larry Laudan hace años, de abandonar la búsqueda de la demarción entre lo que es Ciencia y aquello que no lo es. Además de ser un error filosófico el descartar este problema, es un asunto que tiene múltiples consecuencias prácticas que no se pueden desconocer. Porque el criterio de demarcación está asumido, de un modo u otro, por quienes evalúan proyectos de investigación, por las entidades que los financian, por las editoriales que publican libros científicos, por las entidades culturales que organizan ciclos de conferencias, por los sociólogos de la Ciencia, por los historiadores de la Ciencia, por los psicólogos de la Ciencia, etc.

¿Cree que hay alguna disciplina actual de la Ciencia establecida que realmente es una pseudociencia? ¿Y alguna pseudociencia que podría llegar a ser Ciencia si se la tomara en serio?

— Si algo es Ciencia, entonces no es pseudociencia (que es, como indica el término “pseudo”, algo falso) y viceversa. Si se trata de una pseudociencia está claro que no puede llegar a ser Ciencia en el futuro. En cambio, lo que puede llegar a ser una disciplina científica es un conjunto de conocimientos y de prácticas que, en un determinado momento, es una protociencia (un saber que le falta el desarrollo teórico y las pruebas empíricas para alcanzar el necesario rigor científico).

El desarrollo de la Ciencia teórica hasta niveles cada vez más abstractos hace cada vez más necesario e intrincado el trabajo de pizarra y cada vez más difícil salir de ella. ¿Cuáles cree que son las consecuencias de esta situación?

— Herbert Simon solía decir que la Matemática puede ser utilizada por las otras disciplinas o como lenguaje para fijar el conocimiento, dejando bien perfilado un conjunto de conocimientos, o como un instrumento heurístico, que abre nuevas posibilidades a la investigación. La Filosofía de la Ciencia ha de saber adentrarse en los presupuestos, contenidos y límites de las teorías científicas. Ha de saber ver qué hay de filosóficamente relevante en las ecuaciones de las diversas teorías.

Personalmente, recuerdo con interés cuando la Universidad de Bolonia me invitó a ser el comentador de Reinhard Selten, Premio Nobel de Economía en 1994 por su contribución a Teoría de Juegos. Mi análisis de su concepción se centró en qué medida la racionalidad cognitiva, la racionalidad práctica y la racionalidad evaluativa estaba presente en su visión de la Economía a través de la Teoría de Juegos. Nada más terminar, un conocido Catedrático holandés me pidió mi texto. Este recuerdo me sirve para ilustrar que es preciso saber profundizar en las expresiones matemáticas de las teorías científicas, viendo su aportación real en términos filosófico-metodológicos, que es además lo que esperan los demás de la tarea del filósofo.

Ha trabajado mucho la cuestión de la predicción científica, de hecho su asignatura en el Máster versa sobre ello. ¿Hasta dónde cree que puede llegar la Ciencia a predecir el futuro? ¿Cree que el ideal laplaciano podría llegar a alcanzarse?

— En efecto, he dedicado mucho tiempo a este tema, como se refleja en un libro en castellano: Gonzalez, W. J., La predicción científica: Concepciones filosófico-metodológicas desde H. Reichenbach a N. Rescher, Montesinos, Barcelona, 2010. Como se puede ver en el índice temático, es una pregunta sobre los límites de la predicción científica que conecta con 17 aspectos, cada uno de los cuales tiene su respuesta específica en el libro. Es, además, un tema que conecta con otras publicaciones mías, sobre todo las dedicadas a los límites de la predicción científica en Economía, y enlaza con las cuestiones sobre lo “no predecible” (aquello que actualmente no es predecible) y lo “impredecible” (es decir, lo literalmente imposible de predecir para los investigadores humanos). La segunda pregunta se podría replantear de otra forma: ¿cabe una completa previsión, esto es, una anticipación del futuro donde las variables estén claramente bajo nuestro control?

Los economistas son un colectivo muy dado a las grandes predicciones fallidas. ¿Qué está sucediendo con esa disciplina?

— Esta es una de las cuestiones de fondo que laten en mi próximo libro sobre este tema: Gonzalez, W. J., Philosophico-Methodological Analysis of Prediction and its Role in Economics, Springer, Dordrecht, actualmente en prensa. Desde un punto de vista filosófico-metodológico, es el problema de los obstáculos a la predicción en el campo de las Ciencias Sociales y en el ámbito de las Ciencias de lo Artificial. Se analizan en el libro a partir de una propuesta de índole general de N. Rescher, pero haciendo ver las diferencias entre Ciencia Básica, Ciencia Aplicada y aplicación de la Ciencia. La cuestión aquí planteada enlaza con los problemas derivados de la complejidad de la Economía, tanto estructural como dinámica, que se bifurca en dos planos al menos: el epistemológico y el ontológico. Junto esto, para analizar los fallos, está el problema de la calidad de la información: el número de variables conocidas y el grado de control de las variables (donde la fiabilidad de la información del comportamiento económico real es crucial).

¿Los problemas que tiene para realizar predicciones certeras se debe a la torpeza de los economistas o es una limitación metodológica? ¿Es un problema de incapacidad de experimentación fiable que se extiende al resto de Ciencias Sociales?

— Este tema se aborda en el libro que acabo de señalar. Algunas ideas están anticipadas en el estudio sobre experimentos en Economía: Gonzalez, W. J., “The Role of Experiments in the Social Sciences: The Case of Economics”, en Kuipers, T. (ed), General Philosophy of Science: Focal Issues, Elsevier, Amsterdam, 2007, pp. 275-301. Actualmente se acepta que hay experimentación en Economía y así lo han entendido los académicos cuando le han otorgado el Premio Nobel a quienes han hecho “Economía experimental”, entre quienes figuran Vernon Smith y Alvin Roth.

Tiene también algunos escritos muy interesantes sobre Filosofía de la Tecnología, ¿cree que la Filosofía de la Ciencia ha dejado tradicionalmente olvidado ese ámbito?

— La Filosofía de la Tecnología ciertamente ha sido desarrollada por los filósofos de la Ciencia, tanto en su dimensión “interna” (conocimiento, quehacer, etc.) como en su vertiente “externa” (su relación con el resto de la experiencia humana, lo que se refleja habitualmente en estudios de Ciencia, Tecnología y Sociedad). Pero, comparativamente, ha recibido menos atención por parte de los filósofos de la Ciencia, lo que ha dejado más espacio para la atención por parte de sociólogos, economistas, etc.

¿Cuáles cree que son los factores que diferencian a la Filosofía de la Tecnología con la Filosofía de la Ciencia tradicional?

— Por un lado, está la diferencia en el objeto de estudio, en la medida en que la Tecnología tiene caracteres (en el conocimiento, como quehacer creativo y transformador, y por el tipo de productos —los artefactos—) que la distinguen, al menos conceptualmente, de la Ciencia. Y, por otro lado, hay una distinta tradición intelectual y académica, al menos en lo que atañe a las líneas dominantes de pensamiento al respecto. Así, en el caso de la Filosofía de la Ciencia ha habido una serie de orientaciones y de pensadores que, de un modo u otro, aparecen en cualquier libro general de este ámbito. En este sentido, dentro de la Filosofía general de la Ciencia autores de planteamientos lógico-metodológicos (R. Carnap, H. Reichenbach, K. Popper, …), de pensadores del “giro histórico” (Th. Kuhn, I. Lakatos, …) y de orientaciones posteriores (naturalistas, realistas, pragmatistas, …) suelen tener una clara presencia. Cuando se trata de la la Filosofía de la Tecnología, aun cuando hay una serie de planteamientos y especialistas que han sido particularmente influyentes, es más difícil poder establecer una sucesión equivalente en términos de prestigio intelectual y de repercusión académica.

¿Cree que hay alguna otra función de los filósofos de la Ciencia que ha sido descuidada?

— Sí, en la medida en que la Filosofía de la Ciencia es una reflexión metacientífica, no se debe quedar meramente una función analítica de orientación descriptivo-explicativa y ha de desarrollar más la tarea prescriptiva, de modo que dé pautas o indicaciones sobre cómo mejorar la Ciencia que se hace. Algunas orientaciones metodológicas y axiológicas van en esta dirección, pero ciertamente se puede hacer más.

¿Cómo ve la actual situación de la investigación científica en España? ¿Cree que la situación irá a mejor o se verá afectada en el futuro?

— A corto plazo, mientras no se recupere el nivel de financiación, no puede ir mejor. A medio y largo plazo, hay dos aspectos importantes que hacen pensar en positivo. Por un lado, hay ahora mucha más gente especializada en investigación científica que hace años (esto es, hay mucho más “capital humano” capacitado para hacer investigación). Por otro lado, se ha dado una progresiva internacionalización de la investigación científica en nuestro país, de modo que es cada vez más intensa la interacción con los investigadores y las publicaciones de otros países.

Usted ha tratado con algunos grandes pensadores, ¿hay alguno de ellos que le haya impresionado especialmente?

— De los pensadores que he conocido y tratado, quizá los que más me han impresionado hayan sido Nicholas Rescher (que tiene ocho Honoris Causa) y Herbert Simon (Premio Nobel de Economía en 1978). Guardo muy buenos recuerdos de conversaciones con Stephen Toulmin, Wesley Salmon, John Worrall, Donald Gillies, Philip Kitcher o Bas van Fraassen. Siempre me han interesado las contribuciones de Ilkka Niiniluoto y estoy agradecido por las atenciones recibidas en London School of Economics (John Worrall, Colin Howson y Peter Urbach) y en el Center for Philosophy of Science de la Universidad de Pittsburgh (especialmente en la etapa de Gerald J. Massey). Me impresionó la generosidad de Georg Henrik von Wright cuando estuve en Helsinki.

En el caso de los economistas, además de los Premio Nobel citados (Simon y Selten), también tengo muy buen recuerdo de Alvin Roth (Nobel en 2012), y he tenido la oportunidad de conocer varios más (Clive Granger, Gary Becker, Amartya Sen …). Pero quien más me ha impresionado en un Congreso ha sido David F. Hendry (Universidad de Oxford), que presentó una ponencia excepcional en el Workshop de la European Science Foundation que organicé en Ferrol en septiembre de 2010.

¿Cómo calificaría su experiencia docente en el Máster?

— Muy positiva desde varios puntos de vista. 1) Que exista un Máster interuniversitario donde intervienen un buen número de Universidades y el CSIC es ya un hecho relevante. 2) Que los estudiantes tengan trayectorias académicas distintas y procedan de diversos países es también enriquecedor. 3) Tanto la parte presencial del Máster como los Trabajos Final de Máster han ofrecido resultados positivos, con algunas experiencias sumamente gratas en cuanto a la repercusión de los contenidos transmitidos.

Tiene una dilatada y exitosa carrera dentro de la Filosofía de la Ciencia, con multitud de publicaciones y reconocimientos. ¿Cuál cree que es la clave para hacer una carrera exitosa en Filosofía de la Ciencia? ¿Podría dar algún consejo a los alumnos?

— Dar consejos es siempre un tanto arriesgado, sobre todo por la diversidad de situaciones y circunstancias de las personas y los entornos institucionales de relación. Con carácter general, puedo señalar los siguientes aspectos. (i) Estar convencido de lo que uno hace y poner todo el empeño en hacer rendir los propios talentos. (ii) Tener prestigio en el extranjero es la mejor manera de tenerlo en nuestro país. (iii) Si se puede trabajar con el máximo experto en un tema, hay que intentar lograr estar con esa persona en una estancia de investigación. (iv) Tener líneas de investigación que tengan una coherencia interna y que puedan articularse en un “plan general de investigación”. (v) Centrarse en temas que tengan auténtico calado filosófico, de modo que no puedan quedar fácilmente obsoletos. (vi) No dejarse amilanar por las editoriales, esto es, hay que tener la coherencia de escribir pensando en “si podría decir lo mismo dentro de diez años” y saber defender lo propio cuando hay dificultades. (vii) Conocer y ser conocido: viajar para conocer a la gente que realmente nos puede aportar cosas intelectualmente y dar a conocer lo que uno hace a las personas y los foros profesionales adecuados.

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