Yo fui parte de la primera promoción del Master de Lógica y Filosofía de la Ciencia (2007-2008), afirma Claudio Fuentes.

Estaba desde hace tiempo buscando una alternativa de estudios de posgrado que pudiera compatibilizar mi trabajo en la universidad y las responsabilidades familiares, dado que ya había iniciado una carrera académica en Chile y junto a mi esposa y mis pequeñitos ya teníamos una vida hecha en Santiago.

Además, quería focalizarme específicamente en lo que siempre había sido mi anhelo, aprender lógica “en serio”. La mayoría de los que hemos estudiado filosofía sabemos que los cursos de lógica en la licenciatura como una golondrina sola, no hacen verano.

Las alternativas que conocía eran posgrados en filosofía o en matemáticas. ¿Un posgrado en filosofía? ¿Escuchar las mismas historias de toda la vida, para obtener como premio de consuelo, al final del proceso, un espacio para desarrollar una tesis de lógica con un profesor que seguramente ya había conocido en la licenciatura? ¿Hacer un posgrado en matemática? imposible, no cumplía con los requisitos de admisión. Mi título de filósofo para una facultad de matemáticas seguro equivaldría a una especialización en Tarot o Quiromancia.

Fue así como me dedique a leer con detalle el programa de estudios del Posgrado Interuniversitario de lógica y Filosofía de la Ciencia, y a recabar información de sus profesores. Ya convencido, me inscribí, y todo lo que esperaba de este posgrado se vio confirmado y con los años ha superado mis expectativas más optimistas.

El itinerario de estudios que seguí en el posgrado, por supuesto, fue de lógica y mi tutora, tanto en el Máster como en el Doctorado fue María Manzano, lo que ha sido un lujo. Poder discutir con alguien que a su vez fue discípula directa de quien impulsó los desarrollos fundamentales que estás estudiando (León Henkin) no tiene comparación.

En resumen, no necesitas ir tan lejos para estar muy cerca de los temas que has soñado comprender o investigar.

Me gustaría destacar de manera especial dos conceptos que creo definen lo que yo he vivido en este posgrado: pluralismo teórico y creación de redes de trabajo.

Lo primero es fundamental cuando quieres conocer un dominio general o un campo de estudios de manera libre sin que sea el mismo programa de estudios el que te obligue a ir por un camino u otro.

Tenemos profesores aquí de distintas universidades, de diferentes tradiciones intelectuales y disciplinares, con una amplia gama de intereses, en tópicos de actualísima relevancia, que seguramente podrán identificar o guiar tus intereses e inquietudes.

Lo segundo, la creación de redes de trabajo, para mi ha sido vital, considero que es fruto de la convivencia que se logra con tus compañeros que provienen de distintos lugares del mundo y fruto también de la estructura descentralizada del posgrado.

Dije que había sido “vital” este último punto, y aquí me detengo un poco, porque el posgrado no sólo incorporó nuevos conocimientos a mi bagaje intelectual y una habilitación profesional de calidad, sino que cambió mi forma de ver mi propia labor académica y de producción de conocimiento. El año siguiente de mi ingreso al Máster creamos en mi país –junto a otro colega- un centro de estudios (CEAR), que ha tenido hasta ahora mucho éxito, y gran parte de lo que se ha hecho allí lo he podido madurar como idea, como inspiración, como proyecto, en mis conversaciones con María Manzano, con Enrique Alonso, con Huberto Marraud, o en alguna de las largas jornadas de estudio en mi habitación de la residencia del colegio de cuenca en el Campus Miguel de Unamuno.