Desde que Catharine MacKinnon sostuviera que la pornografía subordina y silencia a las mujeres, el debate en torno a los límites de la libertad de expresión y la legitimidad de censurar contenidos pornográficos ha sido ampliamente desarrollado por los liberales y las teóricas feministas. Por otro lado, el hecho de que la pornografía haya sido considerada un discurso ha suscitado el interés de las filósofas del lenguaje, y más específicamente de las teóricas de los actos de habla al ser considerado un discurso que hace algo: subordinar y silenciar. En este trabajo se va a negar la tesis de que la pornografía es un discurso y una expresión artística, lo que permite retirar el amparo de la libertad de expresión a los pornógrafos y se va a atribuir a la pornografía el estatus ontológico de hechos descritos por determinados enunciados.